martes, 26 de abril de 2011

Frialdad

Siempre he pensado que, para alguien que haya vivido toda su vida en un desierto debe ser muy complicado imaginar cómo es el hielo. Imaginar que el agua puede convertirse de pronto en un ente sólido, rídigo y frágil a la vez, sin pasar por ningún estado intermedio.
Por eso, puedo entender que la gente no comprenda cómo actúo, pues al final sé que no soy más que un témpano que se derrite por su propia frialdad. Nada me importa. Recibo con la misma indiferencia críticas y elogios. Soy capaz de pasar por las más duras pruebas y permanezco inmutable ante los momentos más maravillosos de la vida. Sonrío por inercia y sólo cuando sé que alguien me mira.
No puedo tomarme nada en serio. Beso a personas que no amo en absoluto. Me resulta incluso risible que alguien pueda llegar a quererme, ya que ni yo misma lo hago. Soy un desierto de emoción donde no hay espacio para oasis.
Y a veces, sólo a veces, deseo que alguien me hiera. Aunque sólo sea para que me den un motivo para levantarme, aunque sólo sea para recordarme a mí misma cómo era esa lejana sensación de sentir algo.