lunes, 22 de agosto de 2011

Excusatio non petita, acusatio manifesta.

La ventana del blog está abierta. El cursor parpadea, intenta luchar contra el infinito vacío de la entrada. Está perdiendo.
Hoy, no voy a engañar a nada ni a nadie. No estoy inspirada. Llevo tiempo sin estarlo. Quise creer que mis musas estaban asustadas por el excesivo trabajo al que me veía sometida, a mi poca intimidad, a los ambientes poco artísticos que me rodeaban, a mi continua estancia en la ciudad donde he nacido y vivido siempre.
Pero ni el tiempo, ni el espacio, ni el aire, ni la luz son ingredientes para la literatura. De hecho, mi experiencia dice que sólo hay uno quasi-imprescindible: los sentimientos.
La vida es ahora demasiado sencilla, tan sencilla que está casi yerma. No tengo nada por lo que llorar o reír. Nada contra o por lo que luchar. Y todo el tiempo, el espacio, el aire y la luz del verano sólo consiguen proporcionarme más oportunidades para inventar nuevas escusas para mi falta de creatividad.
Pero al menos ahora estoy escribiendo. Aunque sólo sea para decir que no consigo hacerlo.
Y de pronto, sin darme cuenta, la entrada de blog está llena.

martes, 17 de mayo de 2011

Negro

Cuando intento escribir, las ideas se van y aparecen colores, nombres, caras, momentos... Sin embargo, en este momento, ningún color es armónico en mi paleta, ninguna cara esconde nada más allá de las emociones con la que yo la visto y ningún momento es lo suficientemente grande como para escribir de él una historia.
Mi incapacidad para vivir no es nada nuevo, al menos no para hacerlo como las personas normales. Pero la falta absoluta de sueños, si lo es. Puedo conseguir todo lo que me proponga, no porque sea brillante, sino porque mis deseos están tan oscuros que ni siquiera puedo distinguirlos.
Y en el fondo sé que esto también es un color... el más oscuro negro.

martes, 26 de abril de 2011

Frialdad

Siempre he pensado que, para alguien que haya vivido toda su vida en un desierto debe ser muy complicado imaginar cómo es el hielo. Imaginar que el agua puede convertirse de pronto en un ente sólido, rídigo y frágil a la vez, sin pasar por ningún estado intermedio.
Por eso, puedo entender que la gente no comprenda cómo actúo, pues al final sé que no soy más que un témpano que se derrite por su propia frialdad. Nada me importa. Recibo con la misma indiferencia críticas y elogios. Soy capaz de pasar por las más duras pruebas y permanezco inmutable ante los momentos más maravillosos de la vida. Sonrío por inercia y sólo cuando sé que alguien me mira.
No puedo tomarme nada en serio. Beso a personas que no amo en absoluto. Me resulta incluso risible que alguien pueda llegar a quererme, ya que ni yo misma lo hago. Soy un desierto de emoción donde no hay espacio para oasis.
Y a veces, sólo a veces, deseo que alguien me hiera. Aunque sólo sea para que me den un motivo para levantarme, aunque sólo sea para recordarme a mí misma cómo era esa lejana sensación de sentir algo.

lunes, 28 de marzo de 2011

Caminando

Hay mucha gente que opina que la vida es una carrera, pero yo prefiero pensar que es más bien como un viaje. Para mucha gente, la diferencia es insignificante mientras camines, mientras te estés moviendo, pero para mí, esa pequeña diferencia lo significa todo. Me gusta pensar que lo importante no es la meta, sino el mismo recorrido. No importa pensar en la supuesta gloria que nos espera despues sino disfrutar del paisaje, de la compañía, aprender, observar. No tiene sentido tener prisa por llegar a una determinada etapa, porque cada una tiene sus grandes ventajas y sus terribles inconvenientes. La vida es un viaje y a veces me salgo del camino para explorar por mi cuenta. Pero... qué importa? En viaje, vayas por donde vayas, siempre acabarás volviendo al lugar de dónde viniste. Entonces, todos los rumbos son los buenos si no quieres ir a ningún lugar en concreto. Siempre llegarás a algún lugar si caminas lo suficiente.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Círculos, elipses y otros monstruos.

Cuando paso por una parada de bus, una extraña tentación me seduce: sentarme a esperar, coger el primero y dejarme llevar a donde él quiera. Desgraciadamente, siempre se tratan de autobuses urbanos que no pueden ofrecerme nada que no haya visto antes. Sólo pueden darme la falsa sensación de que me estoy moviendo, aunque sea hacia a ninguna parte. El problema de los círculos es que cuando llevas demasiado tiempo dentro de uno de ellos, llega un punto en el que ya no sabes si estás arriba o abajo, te confundes y confundes todo. Y así sales cada noche subida a unos tacones con los que podrías incluso tocar el cielo si te lo propusieras, pero vayas a donde vayas, acabarás volviendo a casa y el camino perderá todo su sentido al carecer de meta.

lunes, 14 de marzo de 2011

Inestabilidad

Si hay algo peor que sentirse culpable, es la sensación de angustia que te aporta una culpabilidad sin origen. Mis nervios continúan estando a flor de piel. Me sorprendo llorando tanto por la desolación de un poderoso Japón caído como por anuncios que evocan imagenes no previstas por el engaño de sus publicistas. Y cada noche me convierto en una peregrina de labios cuando sé que lo único que deseo es quedarme a dormir en los tuyos para siempre. Las que hemos perdido la brújula de los sueños tenemos tendencia a quedarnos encerradas en pesadillas.

sábado, 12 de marzo de 2011

Historias

No es que lo diga yo. Lo dicen todas esas películas que no veo, todos esos libros que he dejado a medio terminar. Debajo de cada piedra hay una persona ansiosa por escribir su gran historia. Se mueren de ganas de codearse con grandes personajes y de vivir grandes aventuras. Soy la excepción que confirma la regla. Mi vida parece más un conjunto de relatos incoherentes que una novela. Los personajes entran y salen de mi vida, sin hacer caso de mi pluma, nunca me son fieles. Pero cómo puedo pedir constancia cuando yo misma soy la inestalibilidad elevada a su máxima potencia... Y en el fondo, es más fácil así. Todo el mundo tiene tiempo de escuchar mis pequeñas historias, pero a nadie le interesa el gran drama de mi existencia. A la gente no le gusta que les digan que hay algo que es más grande que su propio ego.