jueves, 1 de marzo de 2012

A mí me trajo un gallo, de un París paria.

Juego con la luz que no ilumina mientras resplandecen sonrisas silenciosas. Sonando silbidos, se sienten sollozar los sueños. Algo se apaga, sinestésicamente opaco.
Fines como nuevos comienzos. Las cigüeñas también empiezan sus casas por el tejado. Un día me gustaría escuchar a una cantando. Anteponiéndose al célebre gallo, podría anunciarme tres afirmaciones. "Tus senderos de luna harán el cráter confortable". "Con todos tus actos autodesplumadores, te podrías haber construido unas alas". "Algún día dejarás de escribir planes y recuerdos y te decidirás a vivir para que otros lo cuenten".
En el diccionario de las palabras que inventé, no aparece "abandono".