sábado, 21 de enero de 2012

Un gintonic y un silencio.

Nunca me he considerado ni la típica alcohólica de fin de semana ni la típica bohemia, pero... joder, mataría por tener a mi lado ahora un gintonic entre las manos y una canción indie(ferente) en mis oídos. Ya ni siquiera pediría que estuviese él bebiendo conmigo, ni que fuese él quien susurrase tras mi oreja esa jodida canción a la que nunca le había prestado atención hasta descubrir que tenía un vídeo en youtube cantándola. Hasta darme cuenta de que era la única forma de oírlo cuando yo quisiera.
No me he rendido. Lejos de agitar bandera blanca, le he clavado el mástil en lo más profundo del lugar donde debería estar su corazón y lo he dejado retorciéndose. No es admirable, pero ya hace mucho tiempo que no busco admiración. Tampoco he ganado, porque se que habrá quien recomponga sus pedazos e intente recobrar en él la integridad que nunca tuvo. Pero por lo de pronto, me basta con saber que no he perdido (nada, en absoluto).
(Pero por algún motivo, esta entrada, que era para mí y mis vicios, ha acabado siendo suya).
(Pero por algún motivo, no me atrevo a escribir esto sin susurrarlo).
No seré la típica alcohólica, ni la típica bohemia, pero desde luego aún menos soy la típica neurótica irracional que sale en las películas con voz en off contradiciéndose a sí misma (o sí?). Lo que no tuvo principio no puede tener final. Y por eso no consigo acabar esta puta entrada que tan mal me está acabando y tan bien me está sentado.
¿Qué te parecería si simplemente te digo "hasta luego" y ese "luego" no llega nunca más? ¿Vendrías a buscarme al lugar donde mueren los sueños?

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