miércoles, 23 de marzo de 2011

Círculos, elipses y otros monstruos.

Cuando paso por una parada de bus, una extraña tentación me seduce: sentarme a esperar, coger el primero y dejarme llevar a donde él quiera. Desgraciadamente, siempre se tratan de autobuses urbanos que no pueden ofrecerme nada que no haya visto antes. Sólo pueden darme la falsa sensación de que me estoy moviendo, aunque sea hacia a ninguna parte. El problema de los círculos es que cuando llevas demasiado tiempo dentro de uno de ellos, llega un punto en el que ya no sabes si estás arriba o abajo, te confundes y confundes todo. Y así sales cada noche subida a unos tacones con los que podrías incluso tocar el cielo si te lo propusieras, pero vayas a donde vayas, acabarás volviendo a casa y el camino perderá todo su sentido al carecer de meta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario