miércoles, 29 de febrero de 2012

Venus inespumada.

Siempre he pensado que las historias con muy corto espacio temporal entre su inicio y su fin no podían ser demasiado interesantes. En esta en concreto han estado tan unidos que no hubo tiempo para desarrollo, que todo ardió y se fundió en una masa informe e incatalogable. Nuestro pecado se ha pasado de original, de impredecible. Al ser mortal, me ha dado vida.
Y al final, para qué me ha servido? Te he olvidado casi sin darme cuenta y sin dolor, como se olvida un paraguas cuando vuelves del espectáculo de tu vida. Fuera sigue lloviendo.
Me he marchado de tu templo pagano. Sabía que el sueño de tus boca era sólo una etapa más en este peregrinaje sin meta. No eres nada y probablemente no lo habrías sido, pero quizás debería agradecerte que le quitases espuma a mi figura de Venus. Para escapar de ti, tuve que moverme, y redescubrí que perderme es encontrar nuevos caminos.
Nunca llegaste a ser nada más que un pronombre, pero puede que estuviese equivocada. Que algunos relatos son tan intensos como bibliotecas enteras de novelas mediocres. Mediocres como las palabras que ya no estoy dispuesta a que susurres en mi oído.
No, no quiero. Y ahora puedes besar a tu novia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario